Nada me diferencia del resto de mortales. Trabajo de ocho horas, hipoteca, vacaciones en la playa, atascos, comidas familiares los domingos…Pero poco a poco comencé a ver las diferencias con el resto. Me explico.
Prefiero un buen libro que una mañana con Mª Teresa Campos, o una tarde acompañado de una buena pila de cómics, antes que seguir las desventuras de ligones, bailarines y demás fauna que conviven en nuestra sobremesa. Seguro que muchos se identifican con una rutina simple pero efectiva, que se complementa con la dosis de Perdidos, algún que otro partido de paddle, squash o lo que el cuerpo te pida (cada vez me pide menos deporte, por cierto).
La cuestión es que nunca me consideré un verdadero friki de los cómics. No es que tenga nada en contra, pero bajo mi corta visión, aquellos que pertenecían al selecto grupo de frikis, se podían disfrazar de sus héroes favoritos o podían pasar horas y horas hablando de por qué no se respetaba la continuidad. Craso error el que cometí.
En una reunión de trabajo, preparando una de esas obras de teatro que se hacen para fin de curso, el hilo conductor se centraba en “el mundo necesita héroes”. Todo contento, me lancé a hablar, cuando alguien dijo “…y Wonder Woman, la mujer del Capitán América”. Como me pareció obvio le rectifiqué, “cómo van a estar casados, si no son de la misma editorial”. Me quedé satisfecho, al aclarar algo que TODO EL MUNDO DEBERÍA SABER. El problema, es que no debía ser tan claro. Y uno me dijo…¡tú eres un friki!.
En fin, lo vi claro. Yo, aunque no lo sabía, también soy un friki
bienvenido al lado oscuro tio